Mis dulces braguitas: Sumisa por un día (primera parte)

sábado, 9 de abril de 2016

Sumisa por un día (primera parte)


Era demasiado pronto como para desenredarme de aquel baturrillo de sábanas y ponerme manos a la obra con ese día, que en principio parecía rutinario pero que desde luego puedo prometer que rutinario sería la palabra menos acertada para definirlo después de haber vivido todo aquello que ahora contaré.
Organicé todas mis cosas para salir a trabajar como todos los días, quien me conozca un poco sabrá que trabajó en una tienda de lencería, yo siempre en la misma línea. ;)
Al coger el metro, entendí que mi día se escaparía un poco de su lógica habitual.
Ahí estaba sentada yo, recorriendo parada por parada de cierta línea del metro. justo en frente, un hombre no me quitaba la mirada de encima, lo que me hacía sentir un poco incómoda. Durante varias paradas estuve deseando que se bajara del vagón, pero no lo hizo y no tenía intención de hacerlo. Sus ojos eran verdes y los tenía clavados en mí sin importarle si me molestaba lo más mínimo. No era un bellezón, ni mucho menos, era un tipo normal.
Justo en la penúltima parada antes de que llegase la mía entró en el vagón una señora embarazada la cual me vino de perlas para salir de aquella situación incómoda. Le cedí mi asiento y mi "yo" inconsciente esbozó una sonrisa hacia aquel hombre que no hacía falta tener una carrera universitaria para saber qué significaba "jodete".
Me acerqué a la puerta de salida y cuando llegó mi parada me dispuse a darle a aquel botón verde que nunca me hace ni caso, pero que está ahí, supuestamente, para abrir la puerta al pulsarlo. Para mi sorpresa, el hombre que me había estado desgastando con la mirada durante nueve paradas "decidió" que aquella era su parada también. Se levantó del asiento y se dispuso a pulsar el botón verde que yo sin éxito había pulsado (para variar el puñetero botoncito, aquel día tampoco me hacía ni caso). Al ponerse aquel hombre a mi lado pude observar que era muchísimo más alto que yo, probablemente estaría cerca de los dos metros.
Al abrirse la puerta, el hombre me lanzó una sonrisa bastante parecida a la que le había lanzado yo antes. Eso me puso de los nervios, la situación empezaba a provocarme una mezcla de sensaciones entre miedo, incertidumbre y una pizca pequeña de morbosidad que no lograba entender a qué se debía.
Subiendo las escaleras mecánicas, el tío pesado, se puso justo detrás de mí, hasta que decidió adelantarme por mi izquierda no sin antes decirme:
- señorita, tiene usted un culo digno de ser follado.
Mi cara era un poema, tal fue el impacto que me produjo su inesperada salida que fui incapaz de pronunciar palabra. Y ahí me quedé yo, esperando a que las escaleras terminaran de subir mientras veía como el impertinente de turno se escapaba de mi foco de visión.
Por fin llegué al trabajo, saludé a Nuria, mi jefa y me puse a colocar la nueva colección de invierno en perchas, escaparate y demás sitios.
Cuando parecía que las emociones habían terminado por aquel día, aparece por la puerta el tío del metro. No me lo podía creer, ¿me había estado siguiendo o solo era pura coincidencia?
Infortunadamente Nuria ya no estaba en la tienda, lo que me hacía sentir mucho más insegura y desprotegida.
El hombre al verme no se sorprendió lo más mínimo, lo que me dio a  entender que había venido a la tienda a propósito.
- Buenos días, ¿puedo ayudarle en algo? - le pregunté con la voz medio temblorosa.
- Sí, mira, buscaba un conjunto para una mujer -contestó haciéndose el tonto, como si no me hubiera reconocido.
- Sí. Mire tenemos estos de aquí - le contesté señalándole uno de los percheros.
- Bien, me gusta este negro - dijo sin inmutarse con mi presencia.
- ¿Qué talla va a querer? - pregunté haciendo mi labor.
El tío se quedó mirándome de arriba a abajo mientras murmuraba.
- Una M, sería perfecto. - dijo tan serio.
- Perfecto, pero necesito saber la talla de sujetador.
- La mujer es bastante parecida a usted así que... Deme la que usted considere.  ¿Pero de qué va este tío?
- ¿Se lo envuelvo para regalo o prefiere que no? - le pregunto esperando ya cualquier respuesta absurda.
- No sé, ¿es tu cumpleaños? - dijo con la misma naturalidad que dices que vas a ir a comprar el pan.
- ¿Perdón?
- Que si es tu cumpleaños sí, sino pues no es necesario, con que te lo pongas es suficiente.
- Disculpe, creo que se está usted equivocando... - le increpé mientras mi rostro se quedaba a cuadros.
- El cliente nunca se equivoca... Carolina - dijo mientras miraba la plaquita de mi blusa, en la que venía mi nombre.
- Creo que en esta ocasión sí lo está haciendo, señor.
- Mmmm, señor, aprendes rápido, Carolina.
- Oiga, ¿quién se ha creído usted? - le increpé
Justo en ese momento se acercó a mi cara tanto, que casi rozaba mis labios y musitó:
- Me creo el tío que te va a follar de lo lindo, Carolina.
En ese momento una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo de pies a cabeza e inconscientemente solté una especie de gemido.¿Pero qué estaba haciendo? ¿En qué momento la situación dejó de parecerme incómoda y maleducada y pasó a ser destructivamente morbosa?
¿Por qué había gemido? ¿Por qué ya no tenía miedo?
Me dirigí a la caja mientras percibía como sus ojos recorrían mi trasero.
- ¿pagará en efectivo o con tarjeta?
- Efectivo - dijo sacando varios billetes de 50 euros.
- Son 54,20 euros - cogí los dos billetes y fui a darle el cambio.
- Quédese con el cambio. - dijo con total seriedad.
Eran más de 40 euros de propina así porque sí. No sabía si darle las gracias o mandarle a la mierda, este hombre me tenía totalmente desconcertada.
- Escúchame bien Carolina, a las dos y media me pasaré por aquí, te recogeré y quiero que debajo de ese uniforme, lleves puesto el conjunto que acabo de comprarte. ¿Lo has entendido? - dijo totalmente convencido de que accedería a su imposición.
Mis oídos no daban crédito a lo que habían escuchado. No sé por qué pero afirmé con la cabeza dándole a entender que lo haría.
Él esbozó una sonrisa y salió de la tienda sin más, dejándome totalmente descolocada.
Mi compañera, la cual tenía que hacerme el relevo a las 14:00 llegó tarde para variar.
Me metí en el baño, me miré al espejo y me pregunté qué demonios estaba haciendo. Seguidamente y como si las palabras de ese hombre me hubiesen abducido, me dispuse a ponerme el conjunto que antes él había comprado. Me quedaba divino la verdad, las braguitas me hacían un culo tremendo. Me vestí de nuevo y salí de la tienda dudando de si se me había ido la cabeza del todo.
Cuando pisé la calle pude ver cómo aquel hombre me esperaba apoyado en un Mercedes negro, me miró y ya no apartó su mirada de mi, supongo que tenía dudas de si al final acataría sus órdenes. Lentamente fui caminando hacia él.
- Sube - me impuso
Yo sin saber por qué, le hice caso sin preguntar y me senté en el asiento del copiloto.
Durante el camino hacia donde solo él sabía que íbamos, se escuchaba solo la radio, ni él ni mucho menos yo abrimos la boca. Aparcó el coche dentro de un garaje no muy lejos de donde estaba mi tienda. Salimos del coche y sin mayor preámbulo me cogió dejando que mi cuerpo cayera sobre la parte derecha de la carrocería del Mercedes y empezó a besarme con furia y desenfreno, yo, incapaz de negarme me sometí a sus besos y me dejé llevar.
- Llevo 9 horas deseando besarte, dime que te vas a portar bien conmigo, Carolina - dijo totalmente absorbido por el deseo.
Yo por mi parte no entendía muy bien qué significaba eso de portarse bien. Pero pronto lo entendería.
Dejo de besarme y decidió subir por las escaleras hacia la planta que imaginé que sería la suya, efectivamente estaba en lo cierto. Sacó de su bolsillo unas llaves y abrió la puerta.
- Pasa - me impuso.
Entré en lo que parecía ser una casa normal y corriente y por un momento me sentí bastante tranquila. Me cogió en brazos y me llevó directo a una habitación la cual estaba presidida por una cama enorme la cual en cada esquina tenía atadas unas cuerdas que rápidamente me pude imaginar para que servían. En ese momento me sentí totalmente indefensa y noté como el miedo se apoderó de todo mi cuerpo, tenía ganas de salir, no sabía donde me había metido sin embargo sabía también que esa opción no era posible y el hecho de saber que no podía salir de ahí me producía un morbo inmenso.
- Carolina, quiero que te quede bien clara una cosa; no me importa quién eres ni cómo eres, ahora eres mía y voy hacer contigo lo que me apetezca. Si intentas resistirte tendré que utilizar mi fuerza así que te recomiendo que te portes muy bien, no quiero hacerte demasiado daño. ¿Entendido?
Sus palabras provocaron en mí una especie de mezcla de sensaciones entre miedo y deseo infinito que me hacían ser incapaz de llevarle la contraria o de resistirme lo más mínimo. No estaba muy segura de si todo esto me iba producir alguna clase de placer, lo único que sabía es que ya estaba ahí y quería probar lo que ese hombre tenía preparado para mí.
Me quitó con brusquedad la falda de mi uniforme y se quedó atónito al verme con las braguitas que el mismo había comprado.
- Definitivamente, tienes un culo dignísimo de ser follado.
Yo solté un gemido debido a que la frase se había clavado en mí como si de una polla se tratase y había hecho que me lubricase de inmediato.
Seguidamente me quitó la blusa y recorrió con su lengua los bordes del sujetador rozándome de vez en cuando la piel.
Yo, totalmente inmóvil, mojando cada vez más mis nuevas braguitas, no podía evitar gemir y suspirar todo el rato.
- túmbate - volvió a imponerme otra de sus órdenes.
Me postré encima de la cama boca abajo y dejé mi cuerpo en manos del tío que me tenía cachonda como una perra.
- Extiende los brazos y las piernas - me pidió sin demasiada simpatía.
Él fue recorriendo cada esquina de la cama atando las cuerdas que colgaban de la estructura a mis muñecas temblorosas.
Las ataba tan fuerte que hasta me dolía la piel aunque imagino que esto directamente ni le importaba. Yo tampoco me quejaba, ese dolor hacía que me sintiese más cachonda todavía.
- Ahora estás en mis manos. Como podrás observar no te puedes mover apenas. No te voy engañar, te voy hacer un poco de daño porque tengo muchas ganas de ver cómo ese culo impresionante se queda rojo después de desgastarlo. Voy a hacer demasiadas cosas contigo, Carolina y si te portas bien como regalo dejaré que te corras mientras te follo. Solo si te portas bien.
Debido a mi posición me fue imposible ver la cara que estaba poniendo mientras soltó todas esas palabras que estaban provocando en mí un chorreo de flujo impresionante sobre mis braguitas...CONTINUARÁ





4 comentarios:

  1. Joder, no me dejes asi, como sigue

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Paciencia Triki :) no tardaré es subir una segunda parte. Un besito muy dulce.

      Eliminar
  2. Muy Bueno Carolina Impaciente por ver como continua!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario Daniel... Ojalá mañana pueda continuarlo :)

      Eliminar

Escribe tu comentario