Mis dulces braguitas: La dulce visita de Mario

domingo, 3 de abril de 2016

La dulce visita de Mario

Eran las 4 de la tarde y a Mario, mi amigo al que hacía años que no veía, le faltaban pocos minutos para llegar a mi casa. Habíamos quedado con la excusa de que llevábamos tres años sin celebrar nuestros cumpleaños.
Yo estaba muy nerviosa, no sabía por qué, quizá porque la última vez que nos vimos estuvimos a punto de besarnos aunque aquella impertinente llamada a su teléfono nos dejó con las ganas.
Pasé por el cuarto de baño para retocarme los labios con ese labial rojo pasión que tanto me gusta.
Me coloqué la minifalda y me solté el pelo.
Al poco tiempo sonó el timbre.
Abrí la puerta y ahí estaba él, tal y como lo recordaba, esos ojos marrones, esos brazos fuertes y grandes, esa mirada perfecta y esa boca... puf, que boca.
- Hola Carol, cuánto tiempo sin verte, guapa.- dijo mientras me abrazaba y me dejaba percibir ese perfume maravilloso que llevaba.
- ¡Mario! que ganas tenía de verte ya.
Le invité a pasar al salón y le ofrecí algo de beber.
Durante una hora estuvimos contándonos todas las novedades de nuestras vidas.
En un momento dado él se levantó del sofá y se acercó lo más que pudo a donde yo estaba sentada y se acomodó apoyando su brazo en mi muslo.
- Me gusta mucho esa minifalda que llevas Carol, te sienta... puf, te sienta de lujo, nena. - susurró en mi oído.
- ¿Cuánto de mucho te gusta? - pregunté con el mismo tono de voz con el que él me había hablado.
En ese instante agarró mi mano y la colocó en su entrepierna mostrándome lo dura que la tenía.
- Así de mucho, ¿te lo he aclarado bien? - preguntó con una sonrisa traviesa.
- mmmm...- gemí. La situación empezaba a ponerme nerviosa, el calor se apoderaba de mí, ya me sobraba toda la ropa y solo le había rozado su polla por encima de sus pantalones.
- ¿has apagado el móvil esta vez? - le pregunté con picardía.
- Sí nena, esta vez nada impedirá que te folle hasta reventarte.
Mis ojos se cerraron y le pasé mi lengua por sus labios perfectos lentamente. Él dejó que lo hiciera durante unos segundos para después cogerme de la cintura y tumbarme de una forma bastante agresiva en el sofá, una vez ya me tenía en su poder, se quitó la camiseta dejando ver todos sus pectorales y esa piel maravillosamente erizada.
Puso su camiseta encima de mis cara de tal forma que solo dejaba que entrase un poco de luz si abría los ojos y mi respiración se hacía cada vez más notoria.
Me subió la camiseta por encima del pecho y pasó un dedo por el sujetador negro de encaje, bajando hacia mi vientre hasta llegar a la minifalda que ya empezaba a agobiarme.
- Me encanta esta falda pero vamos a dejar que desaparezca un ratito ¿vale? - susurró
- Vale - contesté entre una tímida risa.
Me bajó la minifalda hasta que la hizo salir de mis piernas. Con el dedo continuó su recorrido desde el vientre hasta la parte más húmeda de mi ser.
Metió su mano dentro de las braguitas de encaje y rozó mi clítoris e inmediatamente metió uno de sus dedo en mi vagina.
- ¡Dios!, nena, estás... empapada.
- Lo sé.
Sacó su mano y me bajó las braguitas que también estaban empapadas.
Acercó su boca a mi clítoris y pude sentir su respiración. Lo besó y lo lamió lentamente, yo estaba a punto de explotar y se lo hice saber clavándole mis uñas en sus brazos. Lamió más rápido hasta que llegó mi orgasmo. Mis gritos podían escucharse desde fuera del piso, no podía evitar gritar, el placer era demasiado intenso como para evitarlo.
- Me encanta tu coño. Te lo comería durante horas sin parar.
Me quitó la camiseta de las cara y me besó hasta desgastarme los labios, abracé su espalda hasta que ya no quedó ni un solo rincón por rozar.
Me puse de rodillas en el suelo frente a él. Le quité los pantalones y acaricié sus piernas mientras le bajaba los calzoncillos.
Ahí estaba su enorme polla, dura como una piedra, dejando escapar alguna gota de placer en la punta.
Pasé mi lengua por la punta llevándome con ella esas gotas preliminares y justo después le miré a los ojos.
- Tienes una polla muy apetecible. - le susurré.
Lamí cada centímetro y me la metí en la boca hasta que llegó a mi garganta y pude sentir que ya no cabía nada más. Me la sacaba y me la metía y con cada movimiento podía escuchar sus suspiros y gemidos de placer. La sujeté con fuerza y recorrí sus huevos, besándolos poco a poco para después metérmelos en la boca con la misma intensidad. Sabía que él ya estaba a punto pero no quería que se corriese todavía así que me levanté del suelo, me puse encima de él y le besé el cuello intentando no dejarle marcas aunque estaba demasiado cachonda como para ser consciente de lo que hacía.
Le agarré la polla y me la metí dejando que se empapase de todo mi flujo.
Los dos gemimos en ese mismo momento en el que ésta llegó al final de mi coño.
- Me pones demasiado, nena.
Bajaba y subía mi culo de tal forma que su polla entrase y saliese de mí poco a poco.
A los pocos segundos sentí que mi cuerpo se corría en él y aumenté el ritmo hasta que ya no pude más y exploté.
- ¿Te corriste otra vez, nena?
- Tú haces que me corra - suspiré
Me cogió de las caderas y me levantó dejándome caer en el sofá, luego se levantó él y se hizo conmigo de nuevo, esta vez poniéndome a cuatro patas.
Metió su polla dentro de mí, dudo que alguna vez hubiera sentido tanto placer como el que sentía en ese momento.
Con sus manos agarraba mi culo con tanta fuerza que sentía como sus uñas se clavaban en mis glúteos.
Entraba y salía de mí con muchísima intensidad. Empezó a gemir cada vez más y más fuerte y tras pocos minutos soltó su último suspiro y dejó que saliese todo con él. El suspiro se entremezcló con una voz ronca que decía "oh Dios".
Nos quedamos unos segundos inmóviles en esa postura.
Al vestirnos Mario ya no me miraba como antes, le brillaban los ojos y esbozaba una sonrisa maravillosamente pervertida.
- La culpa ha sido de la minifalda, te queda demasiado bien - dijo entre risas.











1 comentario:

  1. Hola!! espero que te haya gustado mi primer relato erótico. Me encantará saber que ha sido así. No dudes en poner tu comentario. :) Dulces besitos

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